Nuestro vecino del sur es fascinante. Tan cerca y tan lejos, Marruecos es un destino que nunca deja indiferente a nadie. Está tan cerca, que es posible (y desde mi experiencia) recomendable bajarse a recorrerlo en coche. Por lo menos la parte norte del país. Pasar el coche en ferri es ya toda un experiencia y, si bien todo el trámite puede resultar algo tedioso (que no difícil, ojo), la libertad de poder conocer los pueblecitos marroquíes a tu aire no tiene precio.
¿Pero una vez pasado el coche? ¿Hacia dónde nos dirigimos? ¿Tienes seis días? aquí te dejo una idea de ruta para que descubras lo mejor del norte de Marruecos.
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Día 1. Llegada a Asilah
Como base para conocer el norte de Marruecos en coche, Asilah (o Arcila, su nombre durante el protectorado español) es una opción perfecta. ¿Por qué? Se encuentra de forma estratégica a sólo treinta minutos de Tánger y podemos ir por dos vías, una rápida y muy segura: la autopista A-1, o por otra más pintoresca: la nacional N-1. Por ambas llegaremos rápidamente a Asilah.
Además, justo al lado de la medina y del puerto encontramos un párking público de fácil acceso y controlado por los vigilantes puestos por el ayuntamiento, a los que hay que darles alguna propina. De primeras piden 30 dirhams, aunque puedes bajarle a 20, incluso a 15 si eres un maestro del regateo.
Después del paso del estrecho y de la aduana marroquí, probablemente llegues cansado a Asilah, por lo que un paseíto relajante y una buena cena marroquí o de pescadito, será lo ideal para coger fuerzas para los próximos días.
Día 2. Asilah
Asilah es una localidad de encanto. Aquí veraneaba Carmina Ordóñez durante sus mejores años. Pequeña, idílica y adorable, la visita a Asilah debe comenzar por su medina. Los más románticos dirán que está demasiado preparada para el turista pero, si bien su estado de conservación está a años luz de los de otras ciudades del norte como Larache o Tetuán, la medina de Asilah sigue manteniendo su encanto. Se encuentra justo encima del mar, y la rodea una magnífica muralla construida durante la dominación portuguesa de la villa. Muestra del pasado portugués son los escudos que adornan las puertas de las murallas.
No te pierdas las diferentes puertas que rodean la muralla. Tiene seis, cada una de su estilo. Llama la atención la Bab Sour, por la cual no se accede a la medina, tiene una localización un tanto extraña y sus detalles clásicos contrastan con el resto de los accesos de la muralla. Las torres de Asilah son también dignas de mención: tiene cinco, y la más grande de ellas es la Borj Al Kamra.
Contrastando con otras ciudades marroquíes, Asilah cuenta con varias piezas de arte urbano de cierta calidad jalonando el centro de la ciudad. Asilah nunca deja de sorprender.
Fuera de la medina, y al lado sur de la muralla, saliendo por Bar Homar, encontramos un pequeño mercado que le da vida a la ciudad. Puedes comprar frutas, verduras, productos típicos y artesanía. También se encuentran en esta parte buena parte de los restaurantes, si bien éstos son los más turísticos. Explora mejor un poco fuera de lo que es esta zona.
Asilah cuenta con unas playas espectaculares, ya sea para tomar el sol o dar un paseo, ésta es, quizá, una de las mejores costas que nos podemos encontrar en Marruecos. Una caminata por la playa de Asilah puede durar lo que quieras que dure porque no podrás terminarla.
Día 3. Mulay Bousselham y Larache
Hablando de playas buenas, Mulay Bousselham se lleva la palma. Este pequeño pueblo costero se encuentra a 84 kilómetros al sur de Asilah y es el punto perfecto para comenzar nuestro tercer día en Marruecos. Mulay Bousselham se encuentra entre el océano abierto y una laguna. El pequeño casco histórico parece colgado sobre esta última y se puede apreciar en todo su esplendor desde las infinitas dunas que separan el Átlantico de la albufera interior. En los días buenos se puede dar una vueltecita en barco por la laguna, pero por desgracia, tuve la mala suerte de pillar temporal y me tuve que conformar con un paseo por las dunas y un poco de sesión fotográfica.
Tras una mañana en las dunas de Mulay, nos desplazamos 40 kilómetros al norte por la A-1 hasta Larache. Larache cuenta con una medina de considerables dimensiones y aquí podemos disfrutar y convivir con el Marruecos más auténtico. La huella española en esta ciudad portuaria es innegable y su medina es una medina viva. Es maravilloso perderse por sus callejones, disfrutar descubrir sus rinconcitos. Podemos acceder al barrio antiguo a través de la plaza de la Liberación por Bab Barra y callejeando llegaremos al zoco chico, la zona con más movimiento del casco histórico, con multitud de puestos y rodeado por pórticos.
En la parte norte de la medina se encuentra la alcazaba, se puede rodear y saltar por sus muros exteriores y cuenta con un bonito mirador desde el que se ve el puerto y la costa. ¿Y para comer? Si te acercas al puerto, hay restaurantes que tienen las cajas de productos del mar recién pescados y, por muy poco dinero, te puedes pegar un festín del bueno.
Día 4. Chefchaouen y Tetuán
Giramos hoy al norte, a conocer, primero, el pueblecito más conocido de todo el norte de Marruecos: la villa azul de Chefchaouen. La ruta hacia Chefchaouen (también conocida como Chaouen o Xauen) en coche desde Asilah es algo más larga: se tardan dos horas y media, pero los paisajes son maravillosos. Las montañas del Rif en todo su esplendor. Tienes que poner algo de precaución extra en la carretera, ya que es muy sinuosa y puede jugarnos malas pasadas.
Chefchaouen es una villa de ensueño, sus casitas azules nos transportan a otra época. La visita de oeste a este comienza en la zona española de la ciudad: la plaza de España, de forma circular da paso a las calles que llevan hasta el corazón de la medina. Es imposible no pensar en los pueblecitos de la Alpujarra, último bastión de al-Ándalus, pero pintados de azul. Se bordea la mezquita, la alcazaba y se llega hasta el extremo oriental de la ciudad hasta la Bab al Onsar, donde nos encontramos con el Oued el Kebir (río grande, que comparte nombre con el río andaluz). Más allá del mismo podemos hacer algo de caminata por el sendero circular que se encuentra en esta parte de la ciudad. Las vistas desde aquí son espectaculares.
De Chefchaouen volvemos por la misma carretera que hemos tomado para llegar hasta Tetuán, la antigua capital del protectorado español. Tetuán es una ciudad más grande y vibrante que consigue mantener su espíritu auténtico. Según cuentan sus habitantes, esta ciudad fue fundada por granadinos, tras su expulsión por los castellanos en el siglo XV y su medina es una de las más espectaculares de Marruecos. Se accede a ella por una de sus siete puertas y se va ascendiendo hasta la parte más alta de la misma, hasta la Bab Mkabar, desde dónde se ve, toda la ciudad y hasta el mar Mediterráneo.
Descendemos ahora por el inmenso cementerio de vuelta al centro dónde podemos perdernos de nuevo por el zoco y tomar un té en alguna de sus placitas. Digno de mención es también el ensanche de principios del siglo XX que contrasta con la arquitectura medieval de la medina y que tiene una característico sabor español.
Día 5. Tánger
Para el último día dejamos a la «capital» no oficial del norte de Marruecos. La ciudad más internacional y occidentalizada de la zona es también la más caótica. Su tamaño hace necesario que haya que dedicarle un día entero para descubrir todos sus rincones. Hay que tener en cuenta también que entrar o salir de Tánger con el coche nos puede llevar una media hora.
Viniendo desde Asilah, la primera parada debe ser la cueva de Hércules. Este punto turístico situado al lado del cabo Espartel es uno de los lugares míticos del norte de África. Se trata de una misteriosa cueva con una abertura desde cuyo interior se abre el océano Atlántico. Este agujero tiene la forma de África invertida (isla de Madagascar incluida) y cuenta la leyenda que los fenicios la utilizaban como carta de navegación para circunvalar el continente.
De allí pasamos al centro de la ciudad, el cual podemos dividir en tres niveles. El más bajo: el del Ensanche, donde podemos recordar el pasado internacional de la ciudad. Un punto coqueto del mismo es el Cine Rif, de un encanto especial donde tomar un café bajo la glamurosa decoración de la antigua sala. También hay zocos y varios palacetes dignos de mención.
En el segundo, encontramos la medina, dónde encontramos también los zocos grande y chico y una joya escondida: la Legación Americana. Se trata del único edificio histórico estadounidense fuera de las fronteras de este país. El palacete es hermoso y recorre la historia diplomática entre Marruecos y Estados Unidos. También digna de mención es la sinagoga antigua, situada cerca del edificio americano.
Por último y en el nivel más alto: la Kasbah. Esta zona es la que albergaba antigua mente la fortaleza o alcazaba y es el barrio con más encanto de la ciudad. Desde lo alto se divisa con claridad España y, por supuesto, toda la ciudad. ¿Por qué no terminar la jornada degustando un té marroquí bajo el atardecer de las terrazas tangerinas? En el Detroit Palace Tanger tienes unas vistas increíbles y es un lugar perfecto para terminar nuestra visita a Marruecos.
Día 6. Vuelta a España
El último día hay que dedicarlo a volver a España. Los trámites de la frontera de nuevo pueden volver a ser algo engorroso, pero habrá merecido la pena. Intenta llegar al puerto con al menos dos horas de antelación al ferry que quieras coger de vuelta a la Península ya que, según les dé, te pueden hacer esperar más o menos y más vale no arriesgar.
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Comments
Me encanta el itinerario. Tengo a Marruecos en mi «bucket list».
Gracias Willie! es muy buen itinerario, ya me contarás si lo llevas a cabo!
Adoro Marruecos!! He ido mil veces y me encanta!!! Este año volveremos y tenemos muchísimas ganas!! Eso sí, no conocemos Asilah :(((( y no nos cabe!!! Quizás para el próximo año!
Sí! Asilah tenéis que conocerlo! os va a encantar! un abrazo!
Desde Sevilla pilla súper cerca! Me alegro de haberos hecho cambiar de opinión! Un abrazo!